Nada se puede equiparar al sexto bajo rompiendo el silencio de una noche en grupos norteños en san diego. Aquí, la celebración nunca se anticipa. Los colectivos norteños llevan generaciones señalando la evolución de la ciudad. Uno percibe los primeros sonidos y se siente como en su hogar, a pesar de que el mar esté próximo y el desierto no sea muy distante.
Las golpeadas en los garajes siempre acaban siendo famosas. Numerosos afirman que el secreto reside en la carne asada y el tequila, pero la realidad es que los norteños lo descubren a través del ambiente. Esa combinación de acordeón y bajo eleva instantáneamente el ánimo. Los acordes son el baile de las personas al igual que el humo de la parrilla.
Algunos colectivos se exponen a experimentos inusuales. ¿Has oído una melodía de acordeón combinada con trap? En San Diego, esas gratificaciones constituyen el pan de cada día. Un compañero relató que escuchó una versión reggae de “Ojitos Negros”, y que no tenía claro si reír o llorar. Finalmente, acabó bailando. Esto es lo que es: incierto.
Existen noches en las que los patios posteriores cambian. Se transforman en diminutos salones de baile, en los que los pasitos durangueños dominan cualquier lugar. Abuelitas, morritos, tías fiesteras, todos siguiendo la misma cadencia. La variedad musical incluye cumbia, corridos y sierreño. Nadie solicita autorización para cantar; la melodía incita a todos a desvanecerse.
Cada nota refleja la influencia fronteriza. No tiene importancia si te agradan los clásicos o los experimentos contemporáneos, siempre existirá un colectivo que te hará vibrar de pies a cabeza. Algunos artistas surgieron entrecruzando relatos, otros nacieron con la frontera definida en su genética. La pasión es algo que no comprende barreras ni autorizaciones.
Las plataformas sociales se han convertido en nuevas aliadas. Un video que se propaga por internet puede posicionar a un grupo en la mirada de todos. De la quinceañera en el parque hasta el club de noche, el salto es mínimo si existe habilidad y buen humor. Muchas personas afirman que nunca duerme del movimiento. Y por supuesto: siempre existe una celebración que aguarda ser relatada en algún corrido improvisado.
Si te paseas por las calles del sur de California, estamos convencidos de que te tropiezas con el eco de una tarola en algún encuentro familiar. Acéptalo: en esta ciudad, el estilo norteño nunca pasa desapercibido. A veces, un temazo surge y se queda grabado en la mente de todos. Y es en ese punto donde el gusto fronterizo impacta, ya que la música, en última instancia, carece de límites ni de etiquetas.
Por lo tanto, la melodía de los grupos norteños en San Diego narra cuentos, une generaciones y dibuja sonrisas a golpe de melodía. Que no te informen, observa y oye.